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La subyugante atracción del volcán y el lago Copahue.

La subyugante atracción del volcán y el lago Caviahue, un escenario perfecto para las cabalgatas, el trekking, travesías en 4x4, rafting y baños termales.

Bajo la nieve, el fuego. En la Cordillera de los Andes, al noroeste de la provincia de Neuquén el volcán Copahue.

 A sus pies, un lago azul metálico y la plácida villa de Caviahue, casas sobre paños verdes de césped y entre araucarias. En los últimos años se monta en el lugar una infraestructura para recibir bien a los visitantes.

El invierno es la temporada más concurrida, pero la comarca del volcán es tan atractiva en verano como en invierno. Aterrizamos en el aeropuerto de la ciudad de Neuquén, y otro vuelo en un pequeño bimotor, rumbo a la Cordillera, nos depositó en Loncopué, cerca de Caviahue.

Desde el aire vemos aparecer un arroyo, montañas, un valle, otro valle y –haciendo guardia en el horizonte– las imperiales montañas nevadas, veladas por el azul de la atmósfera. Finalmente, vemos el lago, espejo cercano del cielo en el que se miran las nubes mientras el viento las lleva flotando. El lago Caviahue tiene forma de herradura. En su costa está la villa y, más atrás, el volcán Copahue.

El baqueano que nos guiará refiere al descubrimiento de los científicos: el Copahue no es más que un pequeño volcán vástago de otro mayor. Caviahue, el lago en forma de herradura, otros lagos y un enorme territorio están dentro del cráter desfallecido y gigante de aquel volcán patriarcal apagado.
En invierno, cuando todo el territorio del cráter queda sumergido por la nieve, bajo la superficie sigue encendido el inofensivo fuego del planeta. En Caviahue hay un volcán aliado, que se complace en sentir los pies de los caminantes sobre su superficie de rocas, mostrar sus cascadas y regalar sus minerales en surgentes de agua, para que los visitantes curen sus cuerpos y se relajen.

Cuando en verano la nieve va desapareciendo, comienzan a descubrirse los senderos para caminatas y trekking, como el que se hace trepando al Copahue (excursión de siete horas para nivel intermedio), hasta llegar a su cráter para encontrar una laguna y un glaciar, a 2.925 metros sobre el nivel del mar.

El volcán ya no arroja lava, pero en el 2000 los gases de sus entrañas destaparon una de sus chimeneas con una erupción de piedras y cenizas. Aún se ve tendido sobre una ladera un manto gris de cenizas. En el camino al cráter se encuentran piedras negras arrancadas del oscuro vientre del mundo. Es una de las mejores excursiones para hacer aquí, a pie o a caballo.
Del cráter del Copahue baja el río Agrio. Saturado de azufre, corre por un cauce de piedras grises que una vez dibujó el flujo incandescente de la lava. Acelera, dobla, salta aquí y allá, hasta que llega a un pozo de perfección irreal, el Salto del Agrio.

El alma se detiene ante el espectáculo glorioso. El borde de roca desnuda es un arco tan gigantesco y trazado con tal precisión geométrica que uno se siente en otro planeta. El agua blanca precipitándose desde el cielo azul de la Patagonia hacia el verde profundo del pozo es uno de esos espectáculos que hace creer que alguien estuvo en este lugar durante la prehistoria, con deliberación esmerada y un sentido de la belleza más allá de lo concebible.

Más aventuras.
Caviahue está a 1.600 m de altura. Por eso, el verano es fácilmente soportable e invita a la acción. Hay ríos y lagunas para pescar y se pueden recorrer a caballo, en bicicleta, cuatriciclo o 4x4 los rincones de la comarca del volcán: la laguna Escondida, las playas del lago Caviahue, la laguna Hualcupén, las aguas termales de Las Maquinitas, la laguna Las Mellizas, el Pozo Geotérmico, el Rincón Hueney y el Cerro Pirámide.

Los que se animen pueden hacer en trekking el cruce de la Cordillera por los pasos Pucón Mahuida y Copahue en dos días. Por el lago Aluminé se navega en kayak y se hace rafting. Este verano, el Centro de Esquí Caviahue puso en funcionamiento una telesilla, que ofrece una vista espectacular.

Es ecoturismo puro, al que se agregan los formidables efectos de las termas. Las aguas a distintas temperaturas y mineralizadas son un regalo de la Tierra a los humanos. Unos días de caminatas por la atmósfera virginal, masajes y baños termales son el Paraíso para el cuerpo.
A los lejos, en un camino del valle de Trolope se observa una compacta nube de lento trajinar por el piso: una manada de ovejas, arreada por una familia mapuche. Todo el invierno los animales permanecieron en tierras bajas. Ahora que las nieves se derriten y reverdece el pasto, los llevan a los campos altos para la veranada. Dos caballos van juntos, uno montado por un chico de diez años.

El lugar fue patria de tehuelches, pehuenches y mapuches. “Caviahue” significa “lugar de reunión” y “copahue”, “agua caliente”. Algunas comunidades originarias invitan a pasar el día, en el que se charla, se difunden cuentos sobre el pasado y la vida actual y se comparte un chivito asado al aire libre.

Llegando a Caviahue, fuimos testigos del fantasmagórico espectáculo de los riscos bayos: en medio del campo verde, son conglomerados de lava solidificada en rocas porosas, que caen hacia la altura formando torres como edificios con cúpulas.

Fue un anticipo del escenario jurásico que encontramos en las tierras del volcán, durante una caminata hasta las Siete Cascadas. El terreno tiene la forma de la iracundia congelada del planeta primitivo. Un peñón arrastrado hace millones de años por un mar de lava quedó a punto de dar otro tumbo. Rocas lanzadas a 300 m parecen recién caídas.
Todo es gigantesco. Quedaron estáticas las crestas de las olas de lava. Y están las cenizas –que intentaron cubrirlo todo– y las araucarias, que nos trasladan a la era en que esto era una selva tropical.

Presentimos claramente que en cualquier momento, entre las rocas grises y las enormes araucarias, aparecerá un somnoliento dinosaurio para beber el agua que cae por una cascada pura. Podemos entender sin esfuerzo que esto fue un territorio sagrado para los mapuches.
fuente: Argentina Live

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